Artículo original publicado en: Contrainformacion.es
La lucha laboral es una saga agotadora. Para los operadores del Servicio de Atención de llamadas del SUMMA 112 en Madrid, esta saga ha durado ochenta y seis días y aún no hay un final a la vista. Estos trabajadores, sometidos a las condiciones laborales más precarias de todos los servicios de emergencias en España, han sido relegados a los rincones más incómodos del Hospital Zendal, donde pasan entre 2 y 6 horas al día viajando y soportando el frío, sin acceso a una simple fuente de agua fresca.
PROMESAS VACÍAS Y ESPERANZAS INFUNDADAS
Armados con cautela y un resquicio de optimismo, los trabajadores entraron a una reunión con el Viceconsejero de Sanidad de la Comunidad de Madrid y el Gerente del SUMMA 112, esperando que sus demandas de un salario más alto, una reducción en las horas de trabajo y mejores condiciones de transporte fueran finalmente atendidas. Sin embargo, la realidad fue un golpe bajo: no había progreso alguno. La única promesa de cambio fue una futura respuesta de la Consejería a la segunda solicitud de aumento de presupuesto de ILUNION, una empresa que se jacta de su transparencia y compromiso social.
Es difícil no percibir una cierta ironía en la afirmación de la Consejería de que “las cosas de palacio van despacio”. Mientras las facturas, las hipotecas, los alquileres y las necesidades básicas de sus familias se acumulan con una velocidad alarmante, los trabajadores del SUMMA 112 siguen esperando. Pero ¿cuánto tiempo más pueden aguantar?
UN FUTURO INCIERTO
Los trabajadores recibieron una promesa: si la solicitud de incremento del presupuesto no prospera, se pretende acortar la prórroga del contrato actual para sacar una nueva licitación con un presupuesto más elevado, donde la calidad debería ser primordial por encima del precio. Sin embargo, ¿se puede confiar en esta promesa cuando ha habido tan pocos avances hasta la fecha? Los trabajadores tienen todo el derecho a exigir que estas mejoras presupuestarias no vayan en beneficio de la empresa, especialmente dado que no hay planes de que el gobierno actual retire el servicio de la gestión privada.
EL PRECIO DE LA INCOMPETENCIA
Sorprendentemente, el Viceconsejero y el Gerente demostraron un desconocimiento total sobre los datos que deberían incluirse en los pliegos de condiciones, una práctica que se lleva a cabo en otras comunidades autónomas donde el 112 y el 061 también están subcontratados. Los trabajadores se vieron obligados a ofrecerse a proporcionar dichos pliegos. Esta es una prueba más de la incompetencia y la falta de preparación que ha caracterizado a los líderes en esta situación.
EXIGIENDO COMPROMISO
Los trabajadores insistieron en obtener un compromiso por escrito que asegure que en el próximo contrato se mejorarán sus condiciones salariales, de tiempo de trabajo y de transporte. Sin embargo, dicho compromiso no fue firmado bajo el pretexto de que no se sabe cuánto presupuesto dispondrá la Hacienda de la Comunidad de Madrid. De nuevo, el mantra “las cosas de palacio van despacio” es invocado para explicar su indecisión. Sin embargo, no es la burocracia palaciega la que sufre la presión de estas demoras, sino los operadores del 061, quienes lidian con la ansiedad de la incertidumbre y la tensión de las necesidades financieras no satisfechas.
UN GRITO DE AUXILIO
Por lo tanto, nos encontramos con una narrativa desgarradora y frustrante. Los trabajadores del 061 de Madrid han estado en huelga durante más de dos meses, con reuniones infructuosas y promesas vacías que parecen ser la única respuesta a sus demandas. Esta huelga indefinida, en la que se mantienen firmes todos los lunes y sábados durante 24 horas, es un grito desesperado de atención.
EL ACTO FINAL
Y así, la huelga continúa, con la esperanza de que finalmente se escuche su llamado. El próximo acto de esta trágica obra tendrá lugar el viernes 19 de mayo, de 17 a 18 h. en la explanada del Hospital Gregorio Marañón, C/ Doctor Esquerdo, 46. En este punto, no podemos hacer más que esperar y ver si finalmente se tomarán medidas significativas para aliviar las insoportables condiciones laborales de estos trabajadores esenciales.
Estos trabajadores de emergencia, que están ahí para nosotros en nuestras horas más oscuras, merecen más que meras palabras y buenas intenciones. Merecen ser tratados con el respeto y la dignidad que se les debe como seres humanos y como profesionales indispensables. Pero, sobre todo, merecen un final a esta huelga interminable. Y mientras esperan, debemos preguntarnos: ¿Cuánto tiempo más pueden aguantar? ¿Y cuánto tiempo más estamos dispuestos a permitir que se prolongue esta situación antes de que exijamos un cambio real y significativo?