Miles de manifestantes se congregaron en las calles de las diferentes islas del Archipiélago Canario para protestar contra el modelo turístico actual, denunciando el agotamiento de recursos naturales, la escasez de viviendas y el aumento de la pobreza. Este acontecimiento, calificado por muchos como histórico, movilizó a cerca de 200.000 personas que, vistiendo prendas amarillas y armados con pancartas, exigieron un cambio en la política de gestión del turismo.
Una movilización sin precedentes
Desde primeras horas de la mañana, antes incluso del comienzo oficial de la protesta, las calles ya estaban llenas de banderas de Canarias y pancartas que mostraban el descontento de los residentes. La multitud, compuesta por jóvenes y mayores, se unió con una voz común para destacar los problemas derivados de un turismo que consideran insostenible.
Reclamaciones claras y contundentes
Las principales demandas incluyeron la limitación de la compra de viviendas por parte de extranjeros y una regulación más estricta de las viviendas vacacionales, las cuales han provocado una escalada en los precios de los alquileres, dificultando el acceso a la vivienda para la población local. “Mi isla no es tu parque de atracciones” y “Todos mis vecinos son guiris” fueron solo algunas de las frases que pudieron leerse en las pancartas.
Impacto en todas las islas
La protesta no solo se hizo sentir en Gran Canaria y Tenerife, donde las movilizaciones atrajeron a decenas de miles de personas, sino también en islas como Lanzarote, Fuerteventura, La Gomera, El Hierro y La Palma, donde también se realizaron concentraciones similares, cada una con reivindicaciones propias pero unidas por un mismo sentir. La lucha contra los proyectos mineros en Fuerteventura y el recuerdo del legado medioambiental de César Manrique en Lanzarote fueron algunos de los puntos destacados.
Respuesta popular ante la gestión turística
Los participantes en la manifestación buscaban no solo hacer visible su descontento, sino también abrir un diálogo sobre la necesidad de cambiar el modelo turístico prevaleciente, buscando un desarrollo más sostenible que no comprometa los recursos naturales ni la calidad de vida de los residentes. “Canarias no se vende, se ama y se defiende”, resonó como lema en todas las protestas, reflejando el fuerte vínculo de los canarios con su tierra y su cultura.
En resumen, las Islas Canarias vivieron una jornada de protesta significativa, marcando un antes y un después en la manera de abordar y discutir las políticas turísticas y de desarrollo en el archipiélago. La movilización no solo movió a los residentes a tomar las calles, sino que también podría marcar un punto de inflexión en la manera en que se gestionan los recursos y se planea el futuro del turismo en las islas.