Artículo original publicado en: Contrainformacion.es
Insensibilidad. ¿Qué clase de ser humano podría disparar a un animal que se había convertido en parte de la comunidad? Uno que caminaba con confianza y seguridad entre las casas y los patios, sabiendo que estaba entre amigos. Esta acción de caza, en este contexto, no refleja nada más que una insensibilidad y desconexión totales con el mundo natural y el valor intrínseco de la vida. Se traduce en un egoísmo desmedido, una carencia de compasión que rompe lazos y genera desconfianza.
Cultura. En muchas culturas ancestrales, los animales no se veían solo como recursos, sino como seres con quienes coexistir, aprender y, a veces, venerar. Pero en nuestra “moderna” sociedad, ¿qué ha pasado con esos valores? La caza, que una vez fue una necesidad para la supervivencia, ahora se convierte para muchos en un grotesco pasatiempo. El acto de matar, especialmente a seres que no representan una amenaza y que se han integrado en nuestras comunidades, refleja una cultura profundamente arraigada en la dominación y la insensibilidad. Si este es el precio de nuestra “cultura”, entonces es una cultura que necesita una reflexión y reforma urgentes. La caza de un ciervo tan querido no es un acto cultural, es un acto bárbaro que debe ser rechazado y repudiado.
Empatía. En el corazón del debate sobre la caza se encuentra una cuestión filosófica profunda: ¿qué significa ser empático? La empatía es la capacidad de situarse en el lugar del otro, de sentir lo que el otro siente. Es reconocer el dolor, el miedo, la alegría y la curiosidad en otro ser, ya sea humano o no. Carlitos, con sus paseos diarios y su amor por las manzanas, se convirtió en un recordatorio viviente de que la empatía no debe limitarse a nuestra propia especie. Si somos incapaces de ampliar nuestro círculo de empatía para incluir a aquellos que no hablan nuestro idioma, pero que sienten, sufren y disfrutan al igual que nosotros, ¿qué dice eso de nuestra humanidad? El filósofo Jeremy Bentham una vez escribió: “La pregunta no es ¿pueden razonar?, ni ¿pueden hablar?, sino ¿pueden sufrir?”. En nuestra búsqueda de significado y propósito, debemos reflexionar sobre cómo nuestras acciones impactan a todos los seres, y sobre cómo la empatía genuina puede ser el camino hacia una existencia más iluminada y compasiva.
Egoísmo. Los intereses egoístas, a menudo, son la fuerza detrás de tales acciones de caza. El deseo de poseer, de mostrar, de dominar, puede cegar a las personas hasta el punto de que no pueden ver el daño que están causando. No solo a la víctima directa, como en el caso de Carlitos, sino a toda una comunidad que amaba y valoraba a ese ser. Es un recordatorio doloroso de que, a menudo, el egoísmo puede ser más fuerte que el amor, la comunidad y el respeto.
Responsabilidad. Finalmente, las acciones individuales, como la de este cazador, no ocurren en el vacío. Son el resultado de leyes, políticas y una cultura más amplia que las permite y, en algunos casos, las celebra. Si queremos evitar futuras tragedias como la de Carlitos, la responsabilidad no recae únicamente en el individuo que apretó el gatillo, sino en toda una sociedad que debe reconsiderar y reevaluar sus valores y prioridades.