Artículo original publicado en: Contrainformacion.es
Raúl Gallego Parrondo, vecino de Móstoles desde su nacimiento, ha ingresado en el ámbito político de la mano del Partido Popular (PP) de esta localidad. En las recientes elecciones municipales y autonómicas, los populares de Móstoles obtuvieron 12 escaños, situando a Gallego en el codiciado puesto de concejal, ocupando el número 11 en las listas. Hasta aquí, todo parecería estar en orden.
Sin embargo, este es solo el desenlace de una historia de maltrato, en este caso acústico, que han sufrido los vecinos de varios edificios en la localidad, presuntamente por parte de quien pronto será nombrado concejal.
Para comprender lo sucedido, es necesario retroceder hasta 2007, año en que Gallego Parrondo decide abrir el Seventy Café en la calle Cervantes, debajo de un modesto bloque de viviendas, obteniendo una licencia equiparable a la de una discoteca de polígono.
Esta licencia no es común para locales nocturnos ubicados bajo edificios residenciales. No obstante, Gallego Parrondo y su hermano, supuestamente, contaban con contactos en la Policía y en la Unidad de Disciplina de Urbanismo, lo que les facilitó obtener el permiso para abrir hasta las 6:00 de la mañana y generar un ruido de hasta 90 decibelios.
Los vecinos que vivían encima del Seventy Café, cuyos techos estaban directamente sobre el suelo de estas viviendas, lucharon durante años, hasta 2011, realizando mediciones de sonido y presentando denuncias para que se revisara esta licencia que resultaba completamente incomprensible en esas circunstancias.
En 2016, Raúl Gallego Parrondo adquiere un nuevo local más grande y mejor ubicado, donde inaugura la discoteca Rosê (posteriormente llamada Belair), que él mismo dirige hasta diciembre de 2019. Para este negocio de ocio nocturno, también obtiene una licencia con las mismas características que la del local anterior, a pesar de estar ubicado bajo otro bloque de viviendas residenciales.
Esta licencia es la más permisiva en términos de emisión de ruido para una discoteca y permite niveles insostenibles para los residentes del edificio, ya que la música empieza desde las primeras horas de la noche y se prolonga hasta las 6:00 de la mañana. En consecuencia, los vecinos comenzaron a quejarse ante las autoridades, quienes llegaron a registrar mediciones de sonido de hasta 37 decibelios a las 5:00 de la madrugada.
Este maltrato acústico ha afectado directamente la salud física y mental de los residentes, incluyendo a ancianos, niños y bebés, y se ha repetido desde 2016 hasta enero de este año, cuando finalmente el local fue vendido a un banco, poniendo fin a la pesadilla.
Los vecinos consideran que una amistad beneficiosa con un policía local ha hecho que Gallego se haya salido con la suya durante tantos años. Además, sospechan que esta relación podría estar relacionada con la reticencia mostrada por la policía para intervenir en el local desde 2016.
Según los testimonios recopilados por El Plural, Gallego Parrondo dejó la gestión de la discoteca Belair en manos de los miembros de su “camarilla” para dedicarse por completo, en 2019, a su “buque insignia”, el Bonamara Madrid, ubicado en un polígono industrial. Los vecinos afirman que este entramado de testaferros ha sido utilizado para transferir la licencia de la discoteca Belair de unos a otros.
Después de siete años de tortura acústica, finalmente apareció un comprador para el local donde se encontraba la discoteca Belair, que había estado embargado durante más de una década por la Sociedad de Gestión de Activos Procedentes de la Reestructuración Bancaria (Sareb).
El propietario del local había estado desaparecido desde entonces, y como resultado, debían cientos de cuotas de la comunidad. Los vecinos denuncian que esta comunidad ha sido perjudicada por esos impagos, pero ahora se alegran de que, finalmente, en enero de 2023, la calma haya regresado a sus hogares.
Después de los comicios electorales, en los que el Partido Popular de Móstoles obtuvo una victoria al conseguir 12 representantes en el Ayuntamiento, Raúl Gallego Parrondo se convierte en el número 11 de esos afortunados. Según fuentes consultadas, Gallego siempre ha mostrado simpatía por las ideologías de derecha y ha tenido interés en meterse en política. En un primer momento, intentó hacerlo con Vox, pero tuvo diferencias y abandonó ese partido.