
La comunidad científica ha dicho basta. Harta de que no les hagan caso, y de que los gobiernos no actúen con decisión e incumplan sistemáticamente los compromisos de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero, han decidido pasar a la acción.
Mas de doscientos científicos y científicas han formado el colectivo Scientist Rebellion, con el que invitan a sumarse a la desobediencia civil no violenta y a participar en actos de protesta bajo el lema “unidas contra el fracaso climático”.
Además, han resumido en una carta de una página sus demandas, resumidas en tres puntos claros y concisos:
⦁ para descarbonizar a la escala necesaria se debe decrecer económicamente, sin que ello implique necesariamente una reducción de los estándares de vida.
⦁ para que esa transición sea justa, el coste debe recaer en los más ricos, que son los que se benefician más de la destrucción sistemática de recursos, mientras que las clases más desfavorecidas sufren las consecuencias.
⦁ la transición a un sistema sostenible requiere que la riqueza del 1% se use para el beneficio común.
Por lo pronto este mes el colectivo se reunirá en Alemania, uno de los países de la UE que más se ha beneficiado de la quema de combustibles fósiles, para llevar a cabo una serie de acciones y exigir al gobierno alemán que asuma la incapacidad de cumplir los compromisos adquiridos y lidere en la COP27 del mes que viene la imprescindible reacción de los gobiernos para tomar medidas que garanticen la supervivencia humana.
Quizás el mensaje suene catastrofista, pero lo cierto es que después de décadas de avisos, recomendaciones, peticiones formales y una serie de informes sobre el clima cada uno peor que el anterior, no solo no se reducen las emisiones de GEH sino que aumentan, tanto de forma directa como indirecta, alcanzando un máximo histórico en 2021.
No se avanza en absoluto
El organismo Climate Transparency, que monitoriza a los miembros del G20 (las mayores economías mundiales) y busca empujarlas a la acción climática, ha publicado su informe anual en el que constata por ejemplo que la financiación pública sigue centrándose en los combustibles fósiles, a pesar de los repetidos anuncios de transicionar hacia un modelo energético libre de ellos.

Otro compromiso altamente incumplido es el de las emisiones de metano (que es unas 25 veces más dañino que el CO2). Solo 7 de los 20 miembros las han reducido, y de ellos solo Alemania por encima del 5%.

La UE no cumple a pesar de todo
El informe tiene un resumen independiente para cada miembro del G20, y el dedicado a la UE muestra que en el mix energético los combustibles fósiles representan un 68% del total, habiendo aumentado ligeramente en los dos últimos años.

Actuar para evitar el colapso
Con estos datos, la comunidad científica se ve forzada a tomar las calles y unirse a otros movimientos que ya practican la desobediencia civil para forzar a los gobiernos a actuar decididamente.
Todos los efectos nocivos del calentamiento del planeta que se preveían dentro de pocas décadas ya están sucediendo, y a una velocidad insólita. La desaparición de especies, la exponencial reducción de agua potable disponible, el aumento de la temperatura, la desertización y la reducción de cosechas dibujan no ya un futuro, sino un presente muy poco halagüeño, donde la escasez de comida y agua harán palidecer a los que ahora temen escasez de energía.
El colectivo considera que la situación es tan grave que no tiene otra opción que pasar a la acción. Veremos que impacto tiene en la sociedad. Ya no hablamos de jóvenes protestando en las calles o lanzando tomate a una pintura de Van Gogh, hablamos de personas expertas que saben que no podemos esperar más y están desesperadas porque se les escuche.
Veremos también que impacto tienen en los gobernantes y grandes empresarios, que son quienes pueden actuar a gran escala.