DES-FACHATÍZATE: Hoy que para mi asombro la “fachatez mola”, quiero hacer algo que vuelve a ser revolucionario, y es abogar por la “des-fachatez”.
Me explico: vivimos un momento crepuscular, lleno de absurdos, de angustias insoportables que ya no atacan por la noche en momentos inesperados, sino a plena luz del día, cuando vas a comprar pan, o te llega la factura de la luz. Se habla de inflación, de guerra, existe un cambio climático que amenaza con matarnos de calor, de frío, de hambre, sed, o barridos por algún “cata-clima”, (anotad el neologismo). Para la mayoría de personas, el alquiler está imposible, vivir al día es imposible, se nos plantean dilemas imposibles, como el de ser coherentes con nuestro pensamiento, cualquiera que sea ese pensamiento. Siempre hay un contrario que parece estar mucho más contrariado que nunca, y sólo hay que darse un paseo por las redes sociales para salir corriendo, porque nadie que no lo quiera, o sea, un poco masoquista, aguanta una descarga de metralla “24/7”.
Y para colmo, está de moda “ser facha”. O sea, lo peor. Los fachas están desbocados, se autodenominan fachas irónicamente para reírse del resto, y consiguen así ser fachas y encima pasar por divertidos, simpáticos e irreverentes. Para mí es una sorpresa que la extrema derecha utilice el humor, y aún lo estoy metabolizando. Me cuesta tanto entender ese “humor” como algo divertido, que me estoy volviendo seria y aburrida en el intento, y eso no, nunca, no lo voy a permitir. No le veo la gracia a los gritos machistas de unos colegiales pijos, no le veo la gracia a ese video-parodia que elevó a TrendingTopic el “orgulloso” hashtag #EresFacha, ni a ese estribillo de una canción irónico-facha que decía, irónico-fachamente, “Vamos a volver al 36”.
Para los nietos de los represaliados, de los perdedores, de los pobres, de los que sufrimos empáticamente con las miles de personas que sufren, esos golpes de “humor facha” son algo parecido al bullying. Y es difícil cachondearse del bullyng, la verdad.
Le he dado muchas vueltas. Hoy mucha gente se pregunta cómo parar los pies a esta extrema derecha desbocada y hasta divertida, que se ríe hasta de sí misma, con lo que demuestra una madurez incuestionable, porque reírse de uno mismo es ganarle la partida a quien se ríe de ti. A mí, lo reconozco, me ha pillado por sorpresa, a traspiés, como a tantos, y de repente, por un momento, me he sentido fuera de lugar con mis ideas de siempre, que son muy sencillas y se basan en conceptos muy simples, como hacer el bien, el bien común, defender los derechos humanos, luchar contra la desigualdad, abogar por un mundo sin niños que se mueran de hambre, sin familias desahuciadas por la especulación inmobiliaria, sin vecinos que tengan que abandonar sus barrios, sin personas que tengan que esconder su orientación sexual, por una democracia que signifique realmente democracia… pues eso, “progre”, si me permitís el término, aunque haya tanto interés, por unos cuantos, en convertirlo en sinónimo de “comunista”, autoritario/a, y, sobre todo, de serio y aburrido.
Como os decía, lo he pensado mucho… y me rebelo. Me rebelo a un humor que se parece a una novatada universitaria, que se basa en la humillación y que te atropella en lugar de atravesarte. Es provocativo, sí, lo reconozco, algo que le es propio al mejor sentido del humor, pero el humor con H mayúscula no consiste en excluir ni en ridiculizar al otro, en sentirse superior, en taparse la nariz ante lo que huele a pobre. El Humor no puede ser facha porque se basa en la desfachatez y la irreverencia ante la autoridad, y los fachas pueden ser irreverentes ante todo menos ante lo que consideran sagrado, ante sus Grandes Autoridades, como la Iglesia, el Ejército, el Rey o la Nación. Que se rían de nosotros/as, los/las de abajo, no los convierte en “divertidos”. Que se rían del feminismo, de la lucha LGTBI, de la inmigración, de los pobres, no os engañéis, no es divertido. Es antipático, o anti-empático, aunque venga empaquetado en formatos simpáticos.
Me rebelo ante ese humor, pero reivindico que contra eso no es efectiva la seriedad, las amenazas contra la libertad de expresión, el “indignarnos” por todo, que es lo que más les divierte. Hay que volver a reírse de quien se ríe de ti, y, sobre todo, tenemos que volver a reírnos de nosotros/as mismos/as.
Cuando militaba en la PAH, la Plataforma de Afectados por la Hipoteca, hacíamos chistes de hipotecados. Recuerdo que mi amiga Gala Pin y yo siempre decíamos que en la PAH no había parejas, como en otros movimiento sociales, porque “sería como juntar dos deudas”, y nadie quiere deberle el doble al banco.
Anteayer vi una película que me inspiró. Es el biopic del caricaturista John Callahan, muy bien dirigida por Gus Van Sant e interpretada por Joaquín Phoenix. Cuenta la historia del conocido viñetista, de su lucha por salir del alcoholismo y de integrarse en la sociedad tras un accidente que le dejó tetrapléjico. En sus viñetas se ríe de todo y de todo el mundo, hasta de las feministas o de minorías sociales como los discapacitados… Pero no son chistes que humillen a nadie, sino irreverentes con todos los Valores Culturales Aprendidos o Impuestos. No son chistes “fachas”, sino de una “desfachatez” brillante, lúcida, tierna, empática y maravillosa. Ternura y empatía, algo que siempre les faltará a los que hoy se denominan fachas sin complejos.
Pensé, mientras miraba la película, que ahí está el truco. Que no podemos dejarnos intimidar por un humor que busca intimidarnos y dejarnos “en la cuneta” del humor, sino que debemos atacar ese nuevo fenómeno con un humor aún más irreverente. El humor de quienes se atrevían a meterse con la Iglesia o con la Bandera durante la Transición. El humor del Papus, por ejemplo, cuyos viñetistas tuvieron que enfrentarse a incontables juicios, porque por encima de sus “libertades”, ponían la Libertad de todos y todas, la de verdad, la que puede llevarte a un calabozo. La otra, la de Ayuso, la de tomarse unas cañas en plena pandemia o la de decidir quién merece salvarse y quién no según su ideología o cuenta corriente, permitid que la cuestione y hasta que me ría de ella.
Desde el feminismo y el ecologismo que defiendo, el municipalismo, en el que milito y que para mí significa hacer política “de abajo arriba”, con las dificultades que ello implica, abogo por la des-fachatez: reírnos más, de ellos y de nosotras, buscar nuestro propio humor sin dejar que el suyo nos intimide, porque eso es lo que busca.
DESFACHATEZ, a raudales, sin complejos, eso es lo único que puede pararle los pies a los fachas de turno.
Hay mucha gente que necesita salir de su realidad por unos momentos y reírse más. Gente que puede confundir el Humor Facha como algo que les integra y les identifica, cuando en realidad se basa en machacar al otro, y no tiene nada de integrador. No dejemos que eso pase, no dejemos que nadie perciba que ellos, los machistas, ultra-católicos, homófobos, racistas etc, son los graciosos y los rebeldes, porque no lo son. El Humor de verdad consiste en reírse “con la gente” con los demás y desde abajo, y no de los demás y desde arriba.
Ríamonos más, como respuesta a su descaro y a nuestra constante indignación.
Como dice el dicho: “Quién ríe el último ríe mejor”.