Defender el bienestar de todos los animales es de izquierdas por Rosa Mateu: Leo, como ha titulado Crític su entrevista a Martí Boada, doctor en Ciencias Ambientales, geógrafo y naturalista, y excelente comunicador, “hay un conservacionismo muy de derechas”. Qué valiente y qué provocador.
Si bien estamos de acuerdo que una sociedad empática con los animales, que los protege, que no los tortura, ni los abandona y ya sería “un pin para ti” que no se los coma, es una sociedad que escala un peldaño civilizatorio, habría que analizar la forma que nos relacionamos con los animales de compañía. ¿Por qué digo esto? Pues porque creo que estamos asistiendo a un blanqueo, auspiciado por los medios de comunicación, de cierto mascotismo y que se aleja muy mucho de la tenencia responsable. Humanizar a nuestras mascotas es también un tipo más de tortura a los animales. Existe esa virtud humana de hacer negocio con todo y por lo visto, algunos ven en la familia multiespecie un nuevo caladero, con unas necesidades que no son nada baratas y que crean desigualdades, animales de primera y animales de segunda. Mientras tanto, existe la otra cara, la de gente que se deja la piel en las protectoras para hacer aquello que las administraciones no hacen: acogiendo del cruel abandono a perros y gatos o rescatando, del medio urbano o rural, especies exóticas o invasoras, fruto de una introducción negligente y que están provocando graves efectos sobre la biodiversidad. Y aquí está la diferencia. Hay un mascotismo muy de derechas, que no tiene ningún interés en salvaguardar la vida de otros animales y que le importa bien poco la salud del medio natural o de un parque urbano que debe transformarse en un nodo de biodiversidad.
Defender la vida de los animales es no aceptar que sean explotados por una agroindustria que acelera el desastre ecológico. Es también proteger ecosistemas de un capitalismo extractivista que arrasa con todo. Es no tolerar que la industria farmacéutica o cosmética torture a seres vivos. Ser animalista debería situarnos en una radicalidad, en la que se incorpore la “dimensión de subversión social” como lo describe el Dr. Martí Boada cuando habla sobre como entiende la protección del medio ambiente. Porque también hay una alternativa para los caprichos de este sistema económico, sucio e individualista, humanizador de lo que no es humano y no es una capa de pintura verde, como no lo es un cóctel a base de compasión solo para unos pocos animales del planeta.
Y ahora, a las puertas de elecciones municipales y algunas autonómicas, ojito con asumir ocurrencias mascotistas por parte de partidos de izquierdas y ecologistas. El activismo celebra que la defensa del bienestar animal haya irrumpido en la agenda política, aunque es algo tan reciente, novedoso, que se corre el riesgo de hacer pasar por defensa del bienestar animal a cualquier cosa que no lo es. Y para acabar, una tenencia responsable debería ser, ante todo, convivir con tu perro o con tu gato, conociendo muy bien sus necesidades para que su vida sea digna. Y sobre todo no abandonarle.