
Cada semana, desde 2019, participo de las actividades que se organizan en Urban Brots: un huerto que hoy está formado por colectivos subsaharianos en situación de exclusión social y económica. El gran impacto de transformación social de este proyecto nace de conjugar la necesidad de tener espacio comunitario y la voluntad de facilitar la inserción de personas en situación de vulnerabilidad social, y, así, fomentar una política de agroecología.
A pesar del frenazo en las actividades durante los momentos más estrictos de la pandemia, el proyecto ha resistido. Recuerdo el entusiasmo del grupo cuando el Ayuntamiento de Barcelona nos cedió el espacio después del confinamiento y, sobre todo, cuando las primeras semillas empezaron a germinar. Fue motivador, la concreción del proyecto en sí. Pero lo que me fascina aún más es la diversidad, la cohesión, la participación, el compromiso y las ganas que ponen todas las personas del grupo. Es algo increíble. Acudimos tres veces por semana al huerto para las sesiones de trabajo, en un espacio que compartimos con el Casal de la Gent Gran del barrio barcelonés del Clot.
Las dinámicas grupales son muy enriquecedoras. Tanto con los chavales de los institutos, como los momentos que compartimos con las personas mayores del casal y las jornadas de puertas abiertas. Siempre surgen preguntas en torno a la cultura, lo social, los sueños, la ecología, la religión… haciendo del huerto un espacio neutral donde se respira buen ambiente.
Un espacio comunitario que, al mismo tiempo, ha ido generando confianza en cada uno de nosotros, rompiendo así las barreras de los prejuicios y estereotipos. Esto es algo valioso, que vale la pena compartir. Pues no son pocos los vecinos y vecinas que se acercan para conocernos, informarse y poder ayudar en el proyecto.
Además del espacio compartido y sus dinámicas colectivas, las formaciones sobre agroecología y permacultura nos permiten adquirir conocimientos y poder exportar dichos conocimientos a otras partes, como los países de origen (parte subsahariana de África), dónde los efectos del cambio climático son significativos, y afectan a la principal fuente de la economía de las familias, que es la agricultura.
Para poder desarrollar este tipo de proyecto hace falta conseguir un espacio, y gente con ganas de llevarlo adelante.

Hoy por hoy Barcelona es referencia internacional también en la lucha contra el cambio climático, la ecología, la transformación urbanística y, sobre todo, una movilidad respetuosa con el medio ambiente. Son referentes también las vecinas y los vecinos quienes, poco a poco, han renunciado a ciertos privilegios para acompañar los procesos de transformación que vive esta ciudad; sobre todo los jóvenes que cada vez piden más compromiso y responsabilidad en la lucha contra la emergencia climática y la protección del medio ambiente.
Urban Brots está aprovechando esta oportunidad que ofrece la nueva Barcelona para crear comunidad. Como se suele decir, de las pequeñas acciones se pueden hacer transformaciones profundas. Estas transformaciones han de ser de forma transversal que no dejen a nadie atrás, sin complejos, sin discriminación de ningún tipo. El proyecto Urban Brots es un buen ejemplo de transformación social; y, a lo largo de estos meses, se demuestra que los espacios comunitarios son los lugares idóneos para visibilizar la diversidad de nuestros barrios, la interculturalidad, el aprendizaje, el apoderamiento, la cohesión social, y no el odio o la criminalización de los más vulnerables. Esta forma de conocernos ha sido una oportunidad para convivir en nuestra bonita ciudad que estamos cuidando entre todos y disfrutar juntas de su diversidad.
Estáis invitadas a conocernos y a compartir vuestros proyectos y experiencias con Urban Brots.
Foto: Fundació Guné