De entre todas las fiestas populares, la noche de San Juan, es la que ha conseguido conservar, hasta nuestros días, los elementos rituales paganos que dan la bienvenida, con un par de días de retraso, al solsticio de verano. La iglesia católica ya se encargó que esta celebración coincidiera con la rememoración al apóstol Juan Bautista, sin embargo, nunca ha logrado, como tampoco lo logró el franquismo, hacer desaparecer el punto mágico del culto al sol, el fuego purificador y la simbología pagana, que la cultura popular ha trasmitido durante siglos. Las hogueras comunales, con su ritual de quemar los objetos de madera inservibles o la pirotecnia, bengalas, petardos, volcanes, con su color y ruido, son los elementos esenciales de esta fiesta. “Qui encén foc per Sant Joan, no es crema en tot l’any” dice el refrán.
Recientemente han aparecido voces diversas para denunciar los efectos negativos de la utilización de petardos de forma indiscriminada y sin ningún control. Asociaciones de familiares de personas con autismo están haciendo un gran esfuerzo para que se conozca que sus niños, niñas, adolescentes, pasan un verdadero calvario esa noche y durante los días previos y posteriores a la verbena. Existen muchas personas con sensibilidad auditiva, personas con fobia a los petardos. Las personas que conviven con animales conocen la angustia que provoca en sus perros la Verbena. Es habitual darles tranquilizantes y buscar en la casa el lugar donde mejor podrá sobrellevar esa larga noche.
Pero ese descontrol en el uso de la pólvora no solo provoca daños en personas y animales, en medio de una ola de calor como la que estamos sufriendo, de sequía persistente, es un verdadero peligro para el medio natural que se permita la manipulación de pirotecnia por personas que no tienen ni idea. Porque como ha tuiteado el activista animalista y concejal de Montmeló, Jordi Manils: “La pirotecnia en manos inexpertas provoca incendios, accidentes con daños físicos como amputaciones o quemadas graves, residuos en el medio natural, contaminación, daños irreversibles en el ecosistema, vandalismo y daños en el mobiliario urbano, muerte de animales, angustia, ataques de pánico a personas con trastornos y enfermedades mentales, dolor agudo a personas con hipersensibilidad auditiva, crisis en bebes y en personas mayores con demencias y otras patologías y afectaciones a gente a quien simplemente le dan miedo.”
Hay alternativas. Os invito que las conozcáis. Es la pirotecnia sin ruido. Pero mientras transitamos a unas fiestas sin tortura, hay muchos colectivos, principalmente los animalistas y los de salud mental, quienes exigimos que sean los ayuntamientos quienes se responsabilicen y protejan la salud de personas y animales, informen a la población y regulen el uso indiscriminado de petardos en horario y espacio.
Disfrutemos de la noche mágica con amor y empatía.
Feliz verano.