Foto: Calvox & Periche
Hoy, como cada viernes, ha vuelto el Bicibus a las calles del Eixample. ¡Y vuelve también el de San Francisco! Sí, el Bicibus ha atravesado los 9.500 km hasta California, donde Peter Belden, un padre inspirado por el ejemplo de Barcelona, organizó el primer ‘bike bus’ por la calle JFK en diciembre y ya va a por la segunda edición.
Y es que los primeros videos del Bicibus del Eixample dieron la vuelta al mundo, cruzando fronteras geográficas, idiomáticas e ideológicas. “La cosa más hermosa que verás hoy”; “¡Me encanta!”; “¡un vídeo extraordinariamente motivador!”, “Barcelona nos debe de estar trolleando porque esto tiene una pinta increíble”… Estos son algunos de las reacciones que se publicaron en las redes desde Viena, Londres, Amsterdam, Helsinki, Lima, Vancouver, Melbourne, Nueva York y Quito, entre otras ciudades.
El Bicibus es el producto de exportación más exitoso de Cataluña desde Rosalía. ¿Por qué se recibe con esta aclamación universal? ¿Por qué nos hace tan felices ver estas imágenes de un enjambre de niños y niñas pedaleando al cole? ¿Por qué tantas personas reclaman que haya un Bicibus en su ciudad?
Tal vez sea porque en el Bicibus no vemos un mero medio de transporte sino el reflejo de muchos de los valores y anhelos que compartimos todas. Para empezar, el Bicibus representa la infancia y una nueva generación que sube. Y la representa, no de manera paternalista ni como vulnerable, sino todo lo contrario. El Bicibus nos revela una generación alegre y empoderada, responsable con su entorno y cuya fuerza radica en la solidaridad.
Encima, en el contexto actual de la pandemia, el Bicibus encarna nuestras ganas de juntarnos, de nutrirnos los unos de los otros, de pasárnoslo bien en compañía, de sentir el aliento del poder colectivo. Quién haya participado en alguna bicicletada colectiva o acción de Masa Crítica sabe que cuando las personas en bicicleta nos sumamos, nos convertimos en algo más que la suma de las partes. La misma ruta que, cuando la emprendemos a solas, nos parece estrecha, peligrosa y gris, cuando la recorremos acompañadas se transforma en amplia, segura y llena de posibilidades. En el ciclismo, como en la vida misma.
Finalmente, pero no por eso menos importante, el Bicibus dibuja una ciudad diferente a la ciudad coche-céntrica que ha predominado durante las últimas décadas: una ciudad más amable, donde las personas tengan el protagonismo y el poder. Y esta ciudad que soñamos recuerda el pasado a la vez que prefigura el futuro; nos provoca nostalgia por las calles y barrios de antaño donde los niños y niños aún podían jugar sin miedo, pero nos despierta, también, la esperanza de que lo podrían volver a hacer si así lo decidiésemos.
Así que tomemos esta decisión. En San Francisco la ciudadanía está movilizándose para que la iniciativa “Slow Streets” (que pacificó la calle JFK como medida de salud pública durante la pandemia) se haga permanente. De manera similar, en Londres hay una batalla política férrea en torno al futuro de los Low Traffic Neighbourhoods, otra iniciativa de pacificación desplegada por la COVID. Barcelona se encuentra en una situación parecida: si no queremos que el Bicibus sea una excepción, sino la norma, hay que construir una ciudad que lo haga posible. Para ello nos harán falta más entornos escolares protegidos, más carriles bici, más calles 30km/h y más Superillas. Y esto implica, necesariamente, reducir el impacto del uso del vehículo privado en la ciudad, objetivo que comparten dos de cada tres barceloneses, a pesar del ruido que hacen algunos medios de comunicación ante la propuesta. Los que queremos una ciudad amiga del Bicibus somos mayoría, así que hagámonos masa crítica social para hacerlo realidad.