El vídeo de Kurt Zouma dando patadas a un gato, colgado en redes, con risas de fondo, por el hermano del maltrador, ha conmocionado a ingleses y franceses, por igual – esto último ya es un cambio paradigmático. Unas imágenes que han dado la vuelta al mundo y que le van a perjudicar más que una entrada de Migueli – Miguel Bernardo Bianquetti (Ceuta, 19 de diciembre de 1951), conocido como Migueli y apodado “Tarzán”, vistió la camiseta del Barça del 73 al 89, más de 650 partidos jugados y 30 goles marcados.
Muy importante saber quién fue Migueli si se quiere ser moderna – Zouma ha tenido que pedir perdón públicamente, pero ya difícilmente podrá embolsarse un extra en publicidad o patrocinar cualquier campaña. Continuando con mi fiebre nostálgica ochentera, me remito a las reflexiones de otro de los grandes filósofos del futbol, Jorge Valdano, que mantenía que el futbol es un deporte que forma hábitos, sentimientos y virtudes colectivas a través de sus ídolos articulando barrios, ciudades y naciones.
El futbol como circo capitalista
“Todo es fútbol” decía Valdano en el 2000 y “este juego no es más que un producto de su tiempo.” Me pregunto si Valdano sigue creyendo lo mismo, el mundo del futbol ha cambiado mucho, contaminado por la fiebre del oro capitalista y son numerosas las voces que reclaman que se devuelva al deporte lo que no debería haber salido de él. Una evidencia que están poniendo en el centro del campo las mujeres que lo practican. Los jóvenes millonarios que se dedican al futbol, al igual que cualquier otra figura pública, disfrutan de una vida regalada por ser la materia prima de un negocio suculento y se han convertido las nuevas “mujeres del cesar”.
Lo que cuelgan en redes, lo que hacen, lo que piensan, lo que comen y como aman o no aman, si suponen una entrada dura a los valores y a la ética, les puede acarrear una sanción fuera del campo mucho más grave que una tarjeta roja, expulsión y tres partidos sin jugar. El castigo a Kurt Zouma por dar patadas a su gato ha sido ejemplar, una conocida marca de deporte ha roto su contrato, sus gatos han sido rescatados y se enfrenta a cuantiosas multas que deberá pagar.
Proteger a los gatitos y los perritos está bien
Hasta aquí todo bien, hemos blindado socialmente que el maltrato animal, sobre todo en perritos y gatitos, está fuertemente penalizado, qué se lo digan si no a Kurt Zouma. Hemos avanzado mucho. Pero queda un largo camino por recorrer. La vida de cerdos, terneros y gallinas en establecimientos indignos también es maltrato animal. La contaminación de mares y océanos, la utilización de artes de pesca invasivas que arrastran con todo lo vivo, también es maltrato animal.
El abandono de la protección de la biodiversidad y las políticas anticlimáticas también es maltrato animal. El tráfico de especies exóticas para convertirlas en “mascotas”, también es maltrato animal. Asesinar jabalíes, perdices y ciervos, por deporte o entretenimiento, también es maltrato animal. Perseguir a una vaquilla por las calles del pueblo, es maltrato animal y fomento de la violencia en general. No exigir unos protocolos claros y éticos sobre la experimentación con animales y dejar su destino en manos de multinacionales farmacéuticas, es maltrato animal.
Encerrar animales salvajes en un zoo es maltrato animal. Que les tiemblen las piernas a quiénes tienen la responsabilidad para acabar con los privilegios de los que siguen torturando y explotando animales, es ser cómplices del maltrato animal. A los que hacen de la defensa de los derechos de los animales su circo mediático y se niegan a trabajar por el bien común, no son maltratadores, ni cómplices, pero un poco piedra en el camino sí que lo son.
La raíz del problema es nuestra relación con todos los animales
Ha llegado el momento de actualizar, yendo a la raíz del problema, nuestra relación con todos los animales, todos. Respetarles, otorgarles su justo lugar en el mundo, solo de esta forma podemos cuidarnos mutuamente de la violencia que nos acecha en cada esquina, protegernos de esas patadas de los “zoumas” del sistema.
Si deseamos un mundo mejor, más justo y ecológicamente sostenible, no podemos quedarnos en lo fácil y superficial, que es lo que hace una marca de ropa deportiva con un chaval futbolista, romper su contrato. La emergencia climática nos obliga a romper el contrato con este sistema hipócrita, sucio, irresponsable y que desprecia la vida de las personas y de los animales por igual. Una patada a un gato o la deforestación del planeta o el expolio del agua en Doñana, nos obliga a ser más radicales y mucho más valientes en la defensa de la vida. Kurt Zouma, con sus patadas a su gato, no puede quedar impune, tampoco deberían quedar impunes los vertidos de Repsol en Perú o la destrucción de Doñana por el PP-Vox de Andalucía.
PD: gracias Migueli por esas piernas de las que me enamoré en mi adolescencia. Visca el Barça!