Nunca es quién más sospechamos al comienzo, el malo de la película. Es más, el verdadero villano suele disfrazarse de bueno, o incluso ir de víctima. El ingenioso criminal, Keyser Söze, no es ninguno de Los Sospechosos Habituales, sino el testigo cojo, Roger Kint. De allí la diversión. ¿Durante cuánto tiempo nos hemos dejado engañar?
Y como Barcelona es una ciudad literaria y llena de intriga, cómo no va a tener, también, sus giros de guión dramáticos. Ya conocemos los clásicos: ni Airbnb es una plataforma para hacer intercambios culturales, ni el Hermitage es un museo, ni el PSC es un partido socialista. La realidad siempre supera la ficción.
Así que cuando leemos el titular ADA COLAU, IMPUTADA POR CORRUPCIÓN, que sepamos que la historia acaba de empezar. Según el cuento, Colau se ha aprovechado de su cargo para repartir el dinero público entre chiringuitos suyos. La notícia sale en portadas y se debate en las tertulias. La oposición pide la cabeza de la alcaldesa en un plato. Las redes queman.
La premisa: la alcaldesa es una corrupta y además una hipócrita por no dimitir de inmediato. Todos son iguales. Quedaos en casa la próxima vez.
Acto segundo: entra en escena la misteriosa hacker Diana F. Se fija en quien querella contra Colau: una “Asociación por la Transparencia y la Calidad Democrática”. (Si yo fuera un malo que intentaba ir de bueno, ¿qué nombre elegiría?… Éste, seguro que no, ¡que cantaría demasiado!). A través de sus investigaciones, Diana destapa que 1) la única actividad de dicha asociación ha sido intentar boicotear los procesos de municipalización del agua en Barcelona y Valladolid y 2) su página web comparte servidor con otra: la fundación de una multinacional del agua.
¡Plot twist! Resulta que el malo aquí no es Ada Colau sino AGBAR-Suez.
Una empresa que se hizo con el agua de nuestra ciudad a través de concesiones polémicas y sin concurso.
Una empresa que hace negocio con el agua y nos cobra una tarifa hasta un 54% más alta que si el agua fuera pública.
Una empresa que empapeló el Ayuntamiento con múltiples recursos contra la multiconsulta de Ada Colau para intentar evitar que se preguntara a los vecinos sobre la gestión del agua (o cualquier otra cosa).
Una empresa que gasta millones de euros en publicidad, patrocinios y convenios con los medios de comunicación para lavarse la cara y convencernos de que son buena gente.
Pues no, no son buena gente.
Si Barcelona fuera una película de terror, AGBAR sería el hotelero psicópata, Norman Bates. Si fuera de suspenso, sería Amy Dunne, la mujer perdida que falsificó su propio secuestro para inculpar a su marido y vengarse de él. Si fuera una novela de costumbres, sería el Señor Bingley, el joven encantador de Orgullo y Prejuicio que dejaba atrás una estela de señoritas desgraciadas y arruinadas. Y si Barcelona fuera una peli infantil, AGBAR sería el Príncipe Hans de Frozen. Sí, el megalómano que está dispuesto a acabar con la mujer que manda legítimamente con tal de hacerse con el poder.
La única diferencia -importante- es que en Barcelona, el público votará para decidir cómo quiere que acabe la historia.
Foto: Elena Ramón