
La estupenda exposición que se puede ver actualmente en el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona (CCCB), “La máscara nunca miente”, pretende trazar un recorrido a través de los usos políticos de la máscara en la Modernidad, siendo uno de ellos la estrategia de disidentes para defender su anonimato o su utilización como herramienta para la construcción identitaria en el activismo político y las luchas sociales. Un ejemplo de ello presente en la exposición es la imagen enmascarada del Subcomandante insurgente Marcos, líder de la revuelta zapatista en Chiapas, que se convirtió en símbolo de las disidencias indígenas en todo el continente y en todo el mundo.
Las Pussy Riot
Pero si hay un ejemplo de esta construcción identitaria de las disidencias a través de las máscaras y que ahora cobra una total actualidad, es las de las balaclavas o pasamontañas multicolor utilizadas por las Pussy Riot. De proteger su identidad pasaron a convertirse en un símbolo de protesta mundial. Este colectivo ruso feminista de punk-rock puso en escena actuaciones de reivindicación y provocación política, de manera totalmente irreverente y desinhibida, sobre temas como los derechos LGTBI, el feminismo, la situación de la libertad de expresión, o la represión de los movimientos artísticos en Rusia y, de manera muy especifica, en contra de la campaña electoral del primer ministro Vladímir Putin a la presidencia de la Federación Rusa en el 2012.

El 21 de febrero 2012 este colectivo alcanzó la máxima exposición pública después de una acción que llevaron a cabo en la catedral de Cristo Salvador de Moscú donde, con sus pasamontañas de colores, interpretaron una plegaria punk para pedir a la Virgen que liberara a Rusia de Putin. Poco después de esta acción fueron detenidas, pero la grabación de la performance fue usada posteriormente para crear un videoclip de la canción, la cual se extendió por las redes sociales de todo el mundo. Desde entonces, las Pussy Riot se convirtieron en el símbolo enmascarado de las protestas contra la situación política del país. Tres de sus componentes fueron arrestadas y condenadas a dos años de cárcel y su juicio, de gran repercusión internacional, fue comparado por algunos observadores extranjeros con un ejemplo de manual de “juicio-farsa”. Asimismo, fueron reconocidas como presas políticas por la Union of Solidarity with Political Prisoners y Amnistía Internacional las consideró presas de conciencia por “la severidad de la respuesta de las autoridades rusas”, que incluyeron denuncias de tortura mientras estaban bajo custodia policial.
¿Manifestarse en Rusia?
Y es que en la Rusia de Putin no existe ni siquiera el derecho a manifestarse y, a pesar de esto, tal y como estamos viendo en los últimos días, miles de personas en Rusia están levantando la voz en contra de la guerra y la invasión de Ucrania. De hecho, la ONG rusa OVD-info ha contabilizado un total de 5.250 detenidos en Rusia por participar en manifestaciones en contra de la guerra y por la paz en Ucrania, y estas cifras van aumentando cada día. Miles de personas han desafiado las estrictas leyes rusas sobre manifestaciones de protesta para organizarlas, arriesgándose así a las detenciones masivas, como la que se produjo el 27 de febrero en San Petersburgo y que fue presenciada por reporteros de la agencia AFP, en la cual más de 200 personas fueron arrestadas.

Otra muestra de disidencia a las decisiones del poder es la carta abierta contra la guerra con Ucrania donde, más de 6.900 científicos y periodistas científicos rusos, declaraban su “fuerte protesta” contra las hostilidades lanzadas por las fuerzas armadas de Rusia en territorio de ucraniano, y asimismo exigían el cese inmediato de todas las operaciones militares dirigidas contra Ucrania, respeto por la soberanía y la integridad territorial del Estado ucraniano y la paz para ambos países.
Por su parte, y como no podría ser de otra manera, la conocida como Oposición antibélica feminista rusa ha lanzado un manifiesto donde declara que “el feminismo como fuerza política no puede ponerse del lado de la guerra, y menos de una guerra de invasión”. Y añaden: “la guerra se opone a la esencia del movimiento feminista”. Esta organización apela a las feministas y a las personas que comparten estos valores a actuar de manera decisiva contra la guerra y apuntan que esta está “desencadenada por la cúpula dirigente” de Rusia. Tal y como este colectivo apunta, el feminismo ruso no ha sido reconocido por el poder como un movimiento político relevante, por tanto, apelan a que las feministas (repartidas en 45 grupos activos en todo el territorio ruso) constituyan una de las pocas fuerzas políticas activas actualmente en el país: “Nosotras somos la oposición a la guerra, al patriarcado, al autoritarismo y al militarismo. Nosotras somos el futuro y venceremos”.
“Nosotras somos la oposición a la guerra, al patriarcado, al autoritarismo y al militarismo. Nosotras somos el futuro y venceremos”
Sin duda son tiempos difíciles para las disidencias “sin máscara” contra el poder, pero su papel está siendo clave para visibilizar la lucha contra las injusticias por parte de activistas anónimas en todo el mundo, que necesitan más que nunca de nuestro apoyo. Y es que las energías disidentes, con o sin máscaras, no desaparecen, sino que se reproducen y retroalimentan; así, con el paso del tiempo, los pasamontañas de Pussy Riot encontraron una inesperada, pero consecuente herencia en las capuchas que se convirtieron en seña de identidad de las luchas feministas en Chile en 2020, antes de propagarse por toda Latinoamérica como símbolo de hermandad y sororidad en las luchas contra la violencia del patriarcado. La activista y artista Maria Alekhina, componente de Pussy Riot, se refería en su conversación con el periodista Manel Alías (ahora cara visible de TV3 en Ucrania) durante su estado de arresto domiciliario, al poder subversivo de la máscara y la capacidad transformadora del arte: “Cualquiera puede ser Pussy Riot”. Porque no sabemos ni cuándo ni dónde vamos a ser disidentes con o sin máscara, es hora de visibilizar y apoyar ahora más que nunca a las disidencias por la paz.