
Hola, me llamo Silvia y esta es la primera vez que escribo una “columna”. Llevo muchos años escribiendo textos breves de opinión, pero este es el primero que se llama, oficialmente, “columna”, así que, por si acaso, he buscado la palabra en Google. Lo primero que me he encontrado han sido un montón de páginas sobre la “columna vertebral”, seguidas de otras muchas sobre “columnas arquitectónicas”. Tantas que me han entrado ganas de escribir una columna vertebral o una columna jónica o dórica. Pero eso se lo dejo a los genios, que ya hacen lo que pueden por vertebrar y sostener discursos sesudos en estos tiempos locos, líquidos, tirando a gaseosos.
Hay que estar muy cuerdo y mantenerse muy muy “sólido” para construir las columnas que sostienen las grandes teorías sobre el mundo.
Yo me he levantado un poco como los tiempos: acatarrada y con más ganas de fluir que de sentar cátedra, es decir, de “alzar columnas”, como podéis comprobar en esta introducción inútil que sólo pretendía daros la bienvenida.
¿Por qué el título? Me preguntaréis… Eso si alguien me lee, porque ahora leer cansa y preferimos a un youtuber diciéndonos, con emoticonos, ruiditos, voces impostadas y gestos graciosos, qué debemos pensar sobre cualquier cosa. No me malinterpretéis: no soy tan boomer (de espíritu) ni tengo nada contra los/las youtubers, y mucho menos si son buenos/as, pero aceptad un consejo: hay que leer más. Yo la primera.
En “Memes y memeces” quisiera reflexionar sobre comunicación, y más concretamente sobre comunicación política, aunque no exclusivamente. Además, la comunicación es comunicación sea política o no, y en realidad hay pocas cosas que no tengan que ver con la política. Hasta en un anuncio de galletas hay un mensaje político.
Aviso: no me leáis buscando certezas, no las tengo, quizás me contradiga mil veces y me equivoque otras mil. Estaré encantada de reconocerlo. Y hasta de cambiar de opinión si alguien me convence.
La primera vez que escuché la palabra “meme” fue durante o después del 15M. Releo la frase y en vez de quince eme, me sale “quince meme”. Vale, matadme, es una memez, pero me sirve para ejemplificar qué es un meme. Si en 2011 el 15M ha llenado las plazas de lemas, que ahora podríamos llamar memes, hoy esa fecha es ya un meme en sí misma. Una idea. Un concepto. Cuando decimos 15M queremos decir mucho más, y todos/as nos entendemos.
Hace tiempo, llamaba “idea” a lo que hoy se llama meme. Pero en estos pocos años la palabra ha evolucionado y ha pasado a significar, también y sobre todo, “la plasmación de una idea”.
Si le preguntáis a mis hijas, un meme es una imagen o un video acompañado de un texto que en general forma un conjunto divertido y que se comparte en redes sociales sobre todo para echarse unas risas.
A algunas cosas que ellas llaman meme antes se les llamaba simplemente, “chiste”, pero si lo digo muy alto me volverán a llamar boomer, y me niego… ¡Otra vez no! Además los chistes “se cuentan”, y los memes “se ven”. Ambos, sin embargo, comparten una característica: si requieren una explicación, es que no son buenos. Hay que captarlos. “Pillarlos”. Cuando algo en la cabeza hace “crack” y, de repente, los entiendes a la primera, es que son buenos.
En comunicación política hay un poco de lío sobre a qué se llama “meme”. Eso sí, en cualquier reunión a la que vayáis, oiréis la palabra mil veces, casi tantas como “relato” o “argumentario”. Podéis hasta oír las tres en la misma frase. Por ejemplo: “hay que introducir este meme en el argumentario del relato”, “deberíamos utilizar el relato para convertir el argumentario en memes”, “el argumentario del relato está lleno de memes” “los memes del relato no sirven para el argumentario” etc, etc.
Quizás abusamos un poco de esas palabras y no estaría mal definirlas mejor, aunque en realidad todos nos entendemos
Un meme puede ser desde “un argumento para una campaña” a “una imagen chorra con un texto chorra”. Las dos cosas son memes. Es más, el mejor argumento para una campaña puede llegar a plasmarse en el meme más chorra y puede llevarte al mejor argumento de campaña. Porque lo importante no es si es una chorrada o una genialidad, sino que “te haga pensar”. Un meme introduce en tu cerebro una idea que produce un pequeño cortocircuito. De repente, se crea un nuevo recorrido neuronal. Los mejores memes son los que llegan a hacerte pensar que la idea se te acaba de ocurrir a ti. También son peligrosos. Todo tiene su lado oscuro y tenebroso y no todos los comunicadores utilizan su talento para hacer el bien. Hay mucho memo suelto dispuesto a crear memes basados en mentiras mientras se les pague bien. Es importante reconocer esos memes y crear otros para desactivarlos. Me atrevería a asegurar que lo mejor para desactivar un meme nocivo, es otro meme que desenmascare al primero. Porque a veces son bombas que, bajo la apariencia de chorradas, esconden las intenciones más oscuras.
Os pongo el ejemplo más memo y perverso de todos los que he oído, que son muchos:
Referéndum en Colombia por la Paz ¿lo recordáis? Ganó el NO. No a la paz… ¿Cómo pudo pasar? Durante la campaña circularon todo tipo de memes, de mentiras y memeces por parte de quienes defendían el NO. Pero hay una idea que no puedo dejar de señalar con especial asombro. Decía: “Sí votas SI (a la paz), tus hijos se volverán homosexuales”. Así, zas, con todo el morrazo y la desfachatez (¿o “fachatez”?) del mundo. Pues esa “idea”, vendida como certeza, aunque ningún científico honesto la respaldaría sin sonrojarse, recorrió las redes de Colombia convertida en imágenes con textos, o sea, en memes, con la complicidad de la enorme red de iglesias evangelistas, que le hicieron el trabajo a la extrema derecha.
La idea está clara: la paz “debilita”, la paz “feminiza”, un hombre “de verdad” no quiere la paz. La intención: introducir un miedo absurdo, pero que consiguió su objetivo en una población sobre todo rural educada en una cultura profundamente machista y homofóbica.
¿Y de dónde narices salió esa memez, esa mentira, esa monstruosidad? Queridos, queridas, seguro que se ideó en alguno de esos think tanks pagados por millonarios dispuestos a lo que sea para que nada cambie. Os aseguro que la persona a la que se le ocurrió sabía que era mentira, pero le pareció una mentira estupenda. De ahí, pasó a uno de esos búnkers en los que miles de personitas precarias trabajan día y noche lanzando memes y memeces a las redes desde miles de perfiles falsos, contaminando los cerebros de tanta gente dispuesta a creerse lo que diga su Facebook o su Twitter, o el Facebook y el Twitter de su vecino, y más si coincide con lo que dice el pastor de su Iglesia.
Una memez despreciable convertida en meme. Por eso siempre digo que ¡cuidado!, no menospreciemos las chorradas, porque, por muy absurdas que nos parezcan, pueden tener el poder de cambiar las cosas. O peor: de impedir que cambien a mejor.
Habrá publicistas (los he conocido) que dirán: si la idea se abrió camino, se extendió, introdujo un miedo que obtuvo su objetivo, es que era un buen meme. Llamadme antigua, requete-boomer, o persona con escrúpulos, pero si algo tengo claro es que NO TODO VALE, y de eso también quiero hablar en esta columna: de verdades, mentiras y de límites.También del poder de la ficción, la responsabilidad de un storytelling honesto, y de algunas cosas más.
Voy a cuestionar, siempre, si “efectivo”, en comunicación, es igual a “bueno”, “legítimo” y “honesto”, porque para mí no siempre es así, y los profesionales de la comunicación debemos ser conscientes de la responsabilidad que tenemos, sobre todo en los asuntos que afectan a la vida de las personas. O sea, en la política. Ya hay demasiados cantamañanas dispuestos a defender algo y lo contrario según quién le firme el cheque. Y a mí eso, lo reconozco, me pone enferma.
En fin… hasta aquí por hoy. Gracias por leerme y os espero en la próxima columna 🙂