
Reconozco que el título es algo optimista y exagerado, pero voy a razonarlo.
En la última década del siglo XX, el final de la guerra fría, el desarrollo tecnológico y la mejora en las comunicaciones y el transporte, entre otras causas, dieron un impulso imparable al comercio mundial y a la transición de una economía local, regulada y protegida (aranceles) a un modelo a escala planetaria que pasó a llamarse ‘global’.
De repente empezó a ser posible comerciar con bienes producidos en cualquier rincón del planeta, pues habían desaparecido la mayoría de regulaciones existentes en forma de barreras comerciales, en un proceso de liberalización avalado por casi todo el mundo. En 1995 se creó la Organización Mundial del Comercio, compuesta ahora por 164 estados, y que se ocupa de las normas que rigen el comercio entre los países.
La increíble rapidez con que se desarrollaban las nuevas tecnologías de la información y comunicación ayudó a que muchas empresas pudieran visibilizar sus productos y venderlos online. De esta forma ya no era necesario desplazarse a un comercio para adquirir un producto, y además te lo mandaban a casa!
Economistas de todo el mundo, gobernantes de países ricos, gobernantes de países en vías de desarrollo, y sobre todo el mundo empresarial aplaudieron con las orejas. Un mercado gigantesco, que generaría más demanda y por tanto más producción y crecimiento económico.
Casi en paralelo, empezó a conformarse un movimiento antiglobalización formado por activistas y movimientos sociales que se temían lo peor, y con razón.
Como resultado, y resumiendo mucho, se produjeron una serie de hechos que, de forma directa o indirecta cambiaron el mundo:
Incremento del transporte (y de las emisiones)
Los bienes tienen que viajar a grandes distancias, muchas veces transoceánicas. Así, a los recorridos por vía terrestre hay que sumar los miles de kilómetros realizados por vía aérea o marítima. Aviones y barcos que por supuesto usan combustibles fósiles, con lo que el incremento del transporte conlleva un incremento de las emisiones. Como se puede ver en la gráfica, el incremento de emisiones asociadas al transporte se ha disparado desde 1990.

Mayor intercambio tecnológico
Éste implica una automatización de los procesos que conlleva la sustitución de mano de obra no cualificada. Se pierden empleos y se genera desigualdad por falta de acceso a la tecnología.
Creación de oligopolios
Lo que sobre el papel era una democratización del mercado, donde cualquiera podía acceder y competir con sus productos, ha acabado por dejar muchos negocios en pocas manos. La teórica distribución de la riqueza es en la práctica una acumulación de dinero en multinacionales o empresas con alcance global en detrimento de pequeñas y medianas empresas.
Aumento de la desigualdad
Las prácticas capitalistas, basadas en reducir costes y aumentar beneficios han generado una precarización de las condiciones de trabajo También se ha producido mucha deslocalización de fábricas y empresas a lugares con mano de obra más barata. La consecuencia de todo ello es una pérdida de la calidad de vida de la población productiva. ¿Recordáis cuando hablábamos de mileuristas?.
Privatización de empresas y sectores clave
En la misma dinámica de reducir costes, muchas empresas públicas se han privatizado o directamente han desaparecido vía externalización de los servicios que prestaban. El tiempo ha demostrado que ni lo privado es mas barato, ni el servicio que dan es mejor.
Aumento del consumo (y de los residuos)
La mayor producción de bienes, y porqué no decirlo su inferior calidad, han propiciado un aumento del consumo y por ende un aumento de la generación de residuos.
Incremento del Turismo
La ampliación de rutas, los vuelos low cost y los paquetes vacacionales han impulsado el turismo. Pero ello conlleva también más emisiones, más consumo de energía y mas aglomeraciones, además de multiplicar exponencialmente el riesgo de transmisión de enfermedades, como se ha visto con la COVID.
Deterioro ambiental
La mayor necesidad de materias primas para producir bienes genera una serie de graves problemas ambientales: deforestación, contaminación de acuíferos, sustitución de cultivos comestibles por otros cultivos de uso industrial, contaminación por fertilizantes y pesticidas….
Y todo ello provoca una pérdida de la biodiversidad biológica, con lo que se rompen los frágiles equilibrios naturales. Según un informe de la ONU, hay un millón de especies en riesgo de extinción.
¿Y ahora, qué?
En los últimos dos años, los efectos de la pandemia y de la guerra en Ucrania han desnudado al emperador Capitalismo Global y se han evidenciado muchas de sus flaquezas, como por ejemplo:
- En caso de parada masiva de la actividad (confinamiento durante el COVID) el sistema no reacciona a la falta de materias primas, la parada de la producción y las restricciones de transporte, de modo que colapsa si los estados no salen al rescate con dinero público.
- En caso de cierre empresarial, los trabajadores quedan sin protección alguna. Otra vez los estados (ERTES) salen al rescate.
- El sistema es totalmente dependiente de la energía, y cuando esta escasea (gas ruso) los precios se disparan de forma desproporcionada.
- Deslocalizar la producción de forma masiva conlleva el riesgo de no disponer de productos esenciales cuando los necesitas, como se evidenció con el material sanitario y los respiradores en los primeros meses de la pandemia.
¿Por qué quiero creer que se acaba la globalización, al menos a gran escala?
- Porque muchos gobiernos, una vez le han visto las orejas al lobo, están empezando a moverse para que estas cosas no vuelvan a pasar. Por ejemplo, para evitar la dependencia energética, se arrancan proyectos de implantación masiva de renovables, se facilitan las instalaciones de autoconsumo, se apuesta por mejorar la interconexión energética y se diversifican los proveedores extranjeros.
- Se vuelve a localizar la producción de productos esenciales, y se invierte en formación y en digitalización de todo el territorio nacional.
- Se vuelve a apostar por lo público, para mejorar la protección de la ciudadanía.
En definitiva, se observan movimientos tanto a nivel nacional como supranacional (UE) que van en la línea opuesta a lo realizado en las últimas décadas.
Si, el titular es muy optimista, pero dejadme que tenga un poquito de ilusión. Quizás la humanidad aun tiene remedio.