
¿Es el MidCat necesario?: En plena crisis energética, con precios por las nubes a pesar de la excepción ibérica y el grifo del gas ruso cerrado, los gobiernos español y alemán plantean la construcción urgente de un gasoducto desde España hasta las entrañas de Europa. Parte de esa infraestructura ya existe, forma parte del proyecto MidCat (abandonado en 2019 por caro) y está construido hasta Hostalric (Girona). El gobierno español sostiene que podrían llevar el gasoducto a la frontera francesa en ocho meses, pero el gobierno francés desestima el proyecto al considerarlo excesivamente caro, inviable a corto plazo y contrario a las políticas de descarbonización y de la estrategia europea para mitigar el cambio climático.
Pero, ¿es un gasoducto, ya sea el MidCat o la alternativa italiana a través de Livorno que se plantea como plan B, la mejor solución?
Vamos a intentar analizar la situación lo más objetivamente posible y con un importante componente técnico.
El gas es un combustible fósil
La propuesta germano-española no deja de ser una infraestructura para transportar gas, aunque quieran venderlo como una infraestructura clave para después transportar hidrógeno verde (después analizaremos eso).
Esto va totalmente en contra de la estrategia europea de reducir las emisiones en un 55% para 2030 (dentro de solo 7 años y medio) y no es más que una huida hacia adelante de los alemanes para no depender del gas ruso, al que se lanzaron sin pensarlo dos veces cuando decidieron cerrar las centrales nucleares. España, por su parte, lo ve como una oportunidad para convertirse en un actor clave en el modelo energético europeo aprovechando las plantas de regasificación existentes y su capacidad de almacenar Gas Natural Licuado (GNL), que representa un 35% de la capacidad europea.
Costes y tiempos
La construcción de la “parte francesa” tiene un coste estimado de 3000 millones de euros y su construcción llevaría varios años. Aunque los promotores abogan por que la UE financie el proyecto, el tiempo de ejecución es demasiado largo para ser una solución a la crisis actual.
¿Serviría para transportar hidrógeno?
Según un informe de la Agencia Europea para la Cooperación de Reguladores de Energía (ACER), elaborado en base a 24 estudios realizados por diversos actores (sector gasístico, organismos públicos, Comisión Europea e industria del hidrógeno), se puede llegar a transportar hidrógeno adaptando infraestructuras existentes.
Con todo, el informe destaca algunos aspectos a tener en cuenta en esta adaptación:
- Para transportar el hidrógeno manteniendo el volumen de flujo que tiene ahora el gas se necesita el triple de potencia de compresión.
- Si no se produce esta compresión, los costes de adaptación se reducen pero también disminuye la capacidad de transporte. Esto podría ser aceptable en una primera fase con poca demanda, pero a largo plazo se convertiría en un cuello de botella.
- El hidrógeno acelera el desgaste del acero de las tuberías. Para prevenir este desgaste hay diversas técnicas, todas con sus costes asociados.Actualmente no es posible adaptar turbocompresores de gas (TC) para manejar gas que contenga más del 40% de hidrógeno en términos volumétricos
- La adaptación de las tuberías actuales resulta más económica que la construcción de nuevas infraestructuras dedicadas.
- Las tecnologías para adaptar los gasoductos al uso de hidrógeno están disponibles y probadas.
- Uno de los desafíos de la adaptación es el tratamiento y los efectos de los restos de azufre empleados para olorizar el gas. Es muy difícil eliminarlos por completo y eso puede comprometer seriamente el transporte de hidrógeno puro.
- El hidrógeno es altamente inflamable y por tanto en el proceso de adaptación habría que incrementar la seguridad y actualizar los protocolos de mantenimiento.
- Durante la fase de adaptación todavía habrá que asegurar el suministro de gas, con lo que se hace imprescindible el uso de tuberías paralelas de las que una se adaptará mientras la otra permanece operativa.
Como se ve, hay muchos puntos a tener en cuenta y, en general, no hay una solución única para la adaptación de tuberías y habría que analizar caso a caso.
Pero, una vez solucionado el desafío del transporte, nos encontramos con otros tan o más grandes:
La producción
Según la Agencia Internacional de la Energía, actualmente el 75% de la producción de hidrógeno mundial se hace con gas (hidrógeno gris o azul, dependiendo de si el proceso emite CO2 o no) y que las emisiones anuales relacionadas con su producción equivalen a la suma de las emisiones de Gran Bretaña e Indonesia juntas.
El mismo informe dice que la producción de hidrógeno verde es muy costosa actualmente y predice una caída de los costes de producción para 2030 como consecuencia de la bajada en los costes de las renovables, cosa que está lejos de suceder si no se revierte el mercado marginalista o se interviene en el mismo como planea ahora la UE.

El almacenamiento
Todo este hipotético hidrógeno transportado tiene que almacenarse en algún sitio, puesto que no puede consumirse como el agua del grifo. Y para ello existen diversas opciones:
- Almacenes subterráneos, de los que hay 3 tipos: yacimientos de gas agotados, acuíferos y cavernas. La mayoría de los estudios concluyen que las cavernas de sal son las más adecuadas en términos de seguridad y costes, pero también son escasas y limitadas a una pequeña porción de la UE, concretamente alrededor del Mar del Norte. Los acuíferos y yacimientos agotados son menos adecuados y presentan riesgos de metanización del hidrógeno y de posible contaminación del hidrógeno por restos de hidrocarburos.
- Tanques en superficie. El hidrógeno comprimido, incluso a una presión muy alta de 700 bares, tiene solo el 15 % de la densidad energética de la gasolina, por lo que almacenar la cantidad de energía equivalente en una estación de servicio de vehículos requiere casi siete veces más espacio. El amoníaco, usado como portador de hidrógeno, tiene una mayor densidad de energía y, por lo tanto, reduciría la necesidad de grandes tanques de almacenamiento, pero también generará mayores pérdidas de energía debido al proceso de conversión requerido.
Conclusión
Como hemos explicado, no es solo el transporte del hidrógeno lo que hay que tener en cuenta, sino también su producción y su almacenamiento hasta que se usa para producir energía.
Completar el proyecto MidCat significa, por un lado adaptar el tramo existente y por otro construir lo que queda del tramo español y todo el tramo francés.
En definitiva, la complejidad es tal que se antoja frívolo realizar propuestas políticas alegremente sin tener en cuenta los criterios técnicos.
Aquí están los datos. Dejo a su criterio la valoración de la viabilidad de la propuesta y su conveniencia dados los cortos plazos de que disponemos si queremos evitar el desastre climático.