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por Tomas Herreros Sala el 20/12/2021

Desafíos del siglo XXI

El mundo y las sociedades contemporáneas se encuentran en un momento de enorme trascendencia. Nuestras sociedades han observado en las dos últimas décadas, transformaciones de envergadura que, a ciencia cierta, las haría irreconocibles a los ojos de un ser humano que vivió, en toda su intensidad, el siglo XX.  Tales transformaciones son auténticos desafíos en un sentido básico del término: o bien se actúa sobre ellas de forma inteligente  o bien nuestro mundo se convertirá en un lugar cada vez más complicado para una inmensa mayoría de sus habitantes. 

Señalemos esas transformaciones y, por tanto, desafíos. En primer sitio, observamos la mutación de la matriz productiva de nuestras sociedades;  el mayor valor, el mayor beneficio y la mayor riqueza proviene del conocimiento.  Ocho  de las diez  empresas  con más beneficios a escala mundial se dedican a cuestiones vinculadas a Internet, tecnologías de la comunicación y servicios asociados.   En segundo sitio, observamos también como la riqueza generada se distribuye de manera altamente asimétrica, dando lugar a cuotas de desigualdad social  inéditas en la era moderna: el 1% de la población mundial acapara cerca del 85% de la riqueza planetaria.  En tercer sitio, observamos de manera alarmante cómo la crisis ecológica pone en jaque las formas de vida actuales;  se expresa, cruelmente, a través del calentamiento global, con consecuencias, entre otras, en forma de incendios forestales, inundaciones, pérdida de la biodiversidad y tasas de contaminación alarmantes. En cuarto sitio, observamos también  cómo la  posverdad y las fake news  se han convertido en repertorios  habituales utilizados por quienes quieren hacer retroceder a la sociedad hacia sus momentos más oscuros: se aprovechan del sufrimiento de muchos para buscar falsas  soluciones en un pasado idealizado y que nunca volverá.  En quinto sitio, observamos también, el maltrato que reciben millones de seres humanos cuando, huyendo de guerras y de pobreza, tratan de buscar futuros mejores: las fronteras, con la animalización de las personas refugiadas, son hoy un mecanismo de explotación y humillación que debería avergonzar  a cualquiera. En sexto sitio, observamos también como en nuestras sociedades se han generado odios hacia maneras de vida diversas y plurales que, con toda alegría y dificultades, surgieron en los últimos tiempos;  nuevas formas de racismo, homofobia y machismo pretenden poner en jaque una sociedad que quiere ser abierta, plural y tolerante.  Y en séptimo sitio, last but not least,  nos damos cuenta de que nuestras maneras de gobierno relativamente democratizadas (locales, subnacionales, estatales) son insuficientes para un tiempo que es global. Tampoco existen (y cuando existen presentan una tipología hipertrofiada) instituciones postnacionales capaces de actuar seriamente sobre aspectos derivados de los anteriores puntos; dicho en otras palabras,   no son factibles los acuerdos globales sobre evasión fiscal, sobre dumping, o sobre  calentamiento global,  en los marcos institucionales estrictamente nacionales que hoy operan  como triste legado del siglo XX como hemos comprobado   después de interminables fracasos en los acuerdos multiestatales.  

En esta serie de artículos que hoy iniciamos pretendemos acercarnos a todas estas problemáticas de la mano de analistas que han dedicado una parte clave de su investigación a alguna de las cuestiones señaladas. Daniel Bell, Manuel Castells, Elinor Ostrom, Thomas Pikkety, Rosi Braidotti, Caroline  Emcke, Robert Pollin,  Immanuel Wallerstein, Rebecca Solnit o Saskia Sassen, por destacar a algunos.  Nos servirán de ayuda para acercarnos a cada una de las transformaciones arriba mencionadas y disponer así de  una mejor panorámica sobre lo que acontece  en la primera parte del siglo XXI.  Estos autores en sus análisis nos señalan con urgencia meridiana la necesidad de actuar sobre ellas planteando alternativas que generen, por ejemplo, modelos diferentes en la gestión de conocimiento, políticas que detengan la enorme desigualdad social, que den lugar  a sociedades dónde el crecimiento no sea “contra” el medio ambiente ni contra la mayoría social.

Se tratará, en definitiva,  de tomar en serio la palabra desafío.  También la palabra futuro. Lo que nos sucede en el mundo de hoy no se corresponde a un designio “divino” o  a un futuro ya escrito. Las sociedades humanas se han enfrentado siempre a desafíos y los han superado a través de transformaciones institucionales importantes que han venido impulsadas por movimientos sociales, inteligencia creativa  y actores institucionales decididos, innovadores y valientes. 

Se trata hoy de volver a pensar en esos términos partiendo de que, efectivamente,  existen alternativas que modifican y superan a los desafíos.  Poner esas alternativas en juego a fin de disputar la batalla de la primera parte del siglo XXI, la batalla que ya se expresa con toda su fuerza en la década actual y que no hará más que incrementarse en los próximos años. Pero siendo muy conscientes que esa no puede ser solo una batalla de ideas.  Sabemos que las propuestas son el carburante, sin embargo, solamente podrán materializarse no si se repiten seminarialmente millones de veces desde torres de marfil. Su condición de posibilidad pasa si, y solamente si, cuando son capaces de  incrustarse en el movimiento real de las cosas -esto es, en una galaxia amplia que va desde lo pequeño a lo grande y que incluye actores institucionales valientes, claros y con vocación mayoritaria- que empuje una y otra vez  en esa dirección.  Para hacer del mundo y de las sociedades del siglo XXI lugares habitables, lugares donde exista igualdad de oportunidades reales y dónde el conjunto del planeta, y la inmensa mayoría de sus habitantes, sienta que la vida de todos se sitúa como prioridad absoluta.  Porque no solamente estamos cansados de la guerra de todos contra todos, de las guerras entre pobres, de las guerras entre territorios. Porque además sabemos que eso no lleva a nada  y es una trampa sin fin que, en su impotencia, nos hace cada vez peores y menos sensibles y certeros hacia lo realmente importante en el siglo actual. 

Lo que necesitamos es un nuevo pacto social para poder vivir juntos en el siglo que ya ha llegado. 

A esto trataremos de ayudar desde esta pequeña contribución dentro de La Futura Channel.  

Tomas Herreros Sala

Sociólogo y profesor en distintas universidades (UB, UOC, UPC). Ha colaborado con movimientos sociales y ha publicado diferentes artículos sobre derechos sociales de nueva generación, desarrollo actual del capitalismo e iniciativas de empoderamiento y autoformación.

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