
A estas alturas ya casi todo el mundo es consciente del problema del calentamiento global, al que ahora nos referimos como Emergencia Climática. Todos los medios se hacen eco de la necesidad de reducir emisiones y descarbonizar la economía, y en la reciente COP26 de Glasgow, la incapacidad de los gobiernos para acordar objetivos verificables de reducción de emisiones ha sido portada en todos los medios.
Pero, ¿por qué es tan urgente reducir las emisiones? ¿Exageran los científicos, los ecologistas y los jóvenes, al decir que nos enfrentamos al mayor desastre jamás imaginado?
Los gases de efecto invernadero se acumulan en la atmósfera e impiden que los rayos ultravioleta que reflejan la superficie de la Tierra vuelvan al espacio, provocando un calentamiento progresivo del planeta, con el efecto que eso tiene sobre las condiciones de vida de todos los seres vivos. Incluidos los humanos.
Aunque los efectos más visibles son los fenómenos meteorológicos extremos, la lista de efectos negativos es muy extensa: acidificación de los océanos, inundaciones, desertificación, retroceso de glaciares, deshielo de los polos (que al fundirse liberarían toneladas de metano, el GEI más potente, acelerando aún más el proceso), expansión de enfermedades y de virus, pérdida de cosechas, extinción de especies…
Sobrepasar ciertos umbrales (los famosos 2 ºC sobre los niveles preindustriales) significa llevar al límite esas condiciones de vida. Muchas veces se dice erróneamente que hay que salvar el planeta, cuando lo que hay que salvar es la vida que se desarrolla en él. El planeta ya ha sobrevivido cinco extinciones masivas y sobrevivirá a una sexta. Lo que está en riesgo aquí es la especie humana y todo el resto de especies que lo habitan.
Los planes de descarbonización de los diferentes gobiernos ponen horizontes a décadas vista (2030, 2040, 2050 o 2070 en el caso de India, dentro de 50 años!) soslayando que estos gases permanecen décadas en la atmósfera y por tanto, aunque hiciéramos desaparecer como por arte de magia las emisiones mañana mismo, los gases ya acumulados continuarán calentando la superficie terrestre durante décadas. De ahí la urgencia en actuar. Los científicos llevan años alertando de la necesidad de actuar ya, pero los intereses económicos siempre acaban postergando estas actuaciones.
En los diferentes escenarios planteados por la organización científica Climate Action Tracker, solo en el más optimista (que ya sabemos después de la COP que no se va a cumplir) se consigue permanecer por debajo de los 2º a final de siglo.

Por eso es tan importante y tan urgente reducir ya de forma drástica las emisiones de gases, y para eso hace falta que todo el mundo, absolutamente todo el mundo, renuncie a parte de sus privilegios, comodidades o beneficios. Veamos algunos ejemplos:
Las grandes empresas de sectores como el energético, el alimentario, transporte, turismo o industria deben cambiar sus modelos de producción y renunciar a parte de los beneficios a los que están acostumbrados.
Los gobiernos tienen que flexibilizar sus dogmas neoliberales y empezar a regular sectores estratégicos, especialmente el energético, abriéndolo a la participación de pymes, cooperativas y particulares, para que todos puedan producir energía de fuentes renovables.
Se habla mucho de electrificar masivamente el sector del transporte, pero va a ser imposible sin aumentar exponencialmente la producción de energía eléctrica, cuando lo que se requiere precisamente es disminuir de forma planificada tanto la producción como el consumo de energía. Por tanto, hay que reducir (vía racionalización) los desplazamientos en todo tipo de vehículo motorizado, sobre todo los vehículos con pocos pasajeros, y especialmente los vuelos low cost y el transporte de mercancías por carretera.
La ciudadanía deberá renunciar a algunas comodidades (yo les llamo necesidades creadas) como disponer de más de un vehículo por familia, realizar varios viajes en avión o cruceros al año, comprar cosas a veces innecesarias y hacer que te las traigan a casa, o estar a la última en todo tipo de dispositivos electrónicos.
También se hará imprescindible un cambio de modelo de consumo, consumiendo mucho menos y de proximidad, y reduciendo considerablemente el consumo de carnes rojas.
En definitiva, no va a ser suficiente con no quemar más combustibles fósiles si no transformamos radicalmente el modelo económico vigente, basado en una explotación excesiva de recursos naturales, una sobreproducción y una generación de residuos desmesurada. El neoliberalismo acabó con la economía circular (donde casi todo se aprovechaba) para pasar a un modelo lineal (extracción, producción, consumo, residuo). Es hora de volver atrás en muchos aspectos. De ello depende nuestra existencia.